Era una tarde de invierno, fría y lluviosa, y Juan se encontraba en el sofá de su salón, pasmado delante de la televisión y con una taza de chocolate en sus manos.
Juan estaba muy aburrido en su casa, y tampoco estaban echando nada interesante e la tele, y por lo tanto estaba haciendo zapping en la tele para ver si encontraba algún programa interesante. De repente, todas las luces de su casa se apagaron, y éste se levantó para ir al contador de la luz para encenderla otra vez. Cuando se levantó, noto como si alguien le estuviera estrujando su corazón como si fuera una mandarina y no le dejara respirar. De pronto, la tele se encendió y de ella salió un esqueleto, con una guadaña en la mano, una manta negra echada por los hombros y en la otra mano sujetaba un reloj de arena. Miró fijamente a Juan y le dijo:
-Constas de dos horas de vida. Si en esas dos horas no logras hacer algo productivo, morirás.-le dijo.Juan, aterrorizado empezó a coger aire superdeprisa y notaba como su corazón latía cada vez mas rápido, del temor que sentía se desmayó. Cuando se despertó, el reloj de arena estaba encima de la mesa y solo le quedaban cinco minutos para hacer algo productivo, se sentó en el sofá para pensar que podía hacer pero no se le ocurría nada de nada, cada vez que miraba el reloj se desesperaba más y sentía como el tiempo que le quedaba se esfumaba cada vez más rápido.
Pasaron los cinco minutos y se volvieron a apagar las luces de la casa, y justo enfrente de él volvió a aparecer el tipo aquel con la guadaña en la mano, y le volvió a decir:
-No has echo nada productivo, pero también he visto como te has desmayado, por ese motivo te voy a dejar vivir hasta los setenta y nueve años.- le volvió a decir.
Al día siguiente, Juan todavía asustado, abrió los ojos y vio que se encontraba tumbado en el sofá de su casa, estaba alegre, pero a la vez confuso, porque no sabía si aquello había sido real o solo un sueño.